La ciudadanía Canadiense debería ser un derecho constitucional.

La ciudadanía Canadiense debería ser un derecho constitucional.

El Presidente Donald Trump ha sugerido que cualquier individuo que sea encontrado quemando la bandera nacional podría perder su ciudadanía.

Considerarlo es escalofriante, pero típico de bravatas desinformada del Sr. Trump – la ciudadanía está protegido por la enmienda 14 de la Constitución de los Estados Unidos, escrito específicamente para evitar que futuros gobiernos lo tomen de manera arbitraria. La única manera en la que una persona puede perder su ciudadanía es renunciando a ella de manera voluntaria.

La mayoría de los Canadienses no son conscientes de que no tienen derecho real de la ciudadanía, esto es solo un privilegio legislado temporal que puede cambiar o ser removido por un solo decisión de la corte.

Claramente se tienen derechos como ciudadanos, pero tener derecho como un ciudadano no es lo mismo que tener el derecho a la ciudadanía. Ni siquiera cerca.

Con la ley de ciudadanía de 1947, Ottawa revoco la ciudanía de miles de “Canadienses perdidos” gente despojada de su primogenitura sin culpa. Las personas pueden haber nacido en Canadá, de padres Canadienses, vivir en Canadá su vida entera y de pronto se convierten en apátridas, por alguna extraña letanía de razones; si ellos nacieron fuera del matrimonio, en la religión o raza incorrecta, si viajaron fuera del país, incluso si no comprueban con el gobierno su cumpleaños 28.

Las administraciones posteriores reinterpretan la ley de ciudadanía para significar que había tal cosa como la ciudadanía antes de 1947, a pesar de la abrumadora evidencia en contrario. Así que aunque a soldados Canadienses de la Segunda Guerra Mundial, le fue dado un documento oficial que dice que ellos lucharon como ciudadanos Canadienses. La ley de ciudadanía fue mal utilizada más adelante para anular esa promesa.

L a implicación práctica es que más de 100,000 pérdidas de la primer y segunda guerra mundial, no vivieron para convertirse en ciudadanos, y muchos de sus hijos han pasado años luchando por su derecho a ciudadanía, negada simplemente porque sus padres no sobrevivieron a la guerra. El sello distintivo del ex Ministro de Ciudadanía e Inmigración, Jason Kenney era la consistencia con la cual ellos negaban a estos aspirantes.

Aunque varios de estos Canadienses eventualmente recuperaron su ciudadanía, atreves de victorias parlamentarias, varios murieron.

Particularmente cruel, es el número de Indígenas Canadienses que actualmente se encuentran apátridas, debido a que sus padres jamás registraron su fecha de nacimiento, temiendo con razón que sus hijos fuesen enviados a un internado. Ahora como adultos. Estos Canadienses no tienen derechos o beneficios. Ellos son ciudadanos de ningún lugar, sin la posibilidad de obtener un empleo de manera legal, casarse, asistir a la escuela, comprar una casa, obtener un préstamo, conducir un vehículo, o quizá hasta abordar un autobús, avión pm tren sin su identificación. Ellos son fantasmas en su propia tierra, forzados a vivir en las sombras.

Aun las recientes enmiendas que readmiten la ciudadanía para algunos, han dejado a muchos otros apátridas, y no se hace nada para impedir que ese estado reinstalado pueda limpiarse en el futuro.

Las políticas más complicadas de derecho de ciudadanía del ex Primer Ministro Stephen Harper, hacían ciudadanos de segunda clase a cualquier persona con estatus de doble nacionalidad.

Con la agitación política actual en los Estados Unidos, miles de estos ciudadanos duales – especialmente dirigidas profesionales como periodistas y trabajadores de derechos humanos – se enfrentan ahora a la dolorosa opción de renunciar a su ciudadanía de Estados Unidos, por temor a tener un estatus de segunda clase en Canadá.

Mientras se aproxima el 150 Aniversario de Canadá, es el momento perfecto para enfocarse en la defensa y protección de la identidad. Es tiempo de hacer de la ciudadanía un Derecho Constitucional.

 

 

Fuente: The global and mail.

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