La política de inmigración y soberanía canadiense tienen un propósito compartido, y ese propósito tiene una puerta de entrada.
El crecimiento del tamaño de nuestra población, a través de la segunda masa terrestre más grande del mundo, siempre ha sido una prioridad. La prosperidad económica, la seguridad nacional, el desarrollo y las oportunidades requieren una población en crecimiento. Negociar y cuando sea necesario, competir con nuestro vecino del sur, y el resto del mundo, con una población más pequeña que la de California es difícil.
La puerta de entrada para esa política ha incluido y siempre incluirá nuestros cruces fronterizos formales e incluirá los reclamos de refugiados.
Procesar los reclamos de refugiados a través de la puerta de entrada concuerda con nuestros deberes internacionales bajo la Convención de Refugiados de 1951, cuando, después de la Segunda Guerra Mundial, nos comprometimos a hacer nuestra parte y aceptar reclamantes de refugiados, y no tratarlos como ilegales mientras se procesan sus casos.
El número de solicitantes de refugio que cruzan nuestra frontera sur aumentó irregularmente después de que el presidente Donald Trump asumió el cargo unos 9,481 en lo que va del año.
Canadá necesita crecimiento de la población a un ritmo mucho más rápido. Desde Diefenbaker en la década de 1950, pasando por los gobiernos de Pearson, Trudeau, Mulroney, Chrétien, Martin, Harper y Trudeau, Ottawa ha elevado los niveles anuales de inmigración, no lo suficiente, pero consistentemente bajo los gobiernos liberales y conservadores.
